En ese momento, todo estaba perdido,
no había posibilidad alguna de escapar, la puerta se había cerrado
y lo único que se podía ver tras ella era una sala con una camilla
ensangrentada, con distintos instrumentos quirúrgicos que asemejaban
más a elementos de tortura medieval que a material medico, una
bombilla colgando del techo balanceándose adelante y atrás, las
paredes de ladrillo de hormigón gris sin revestir.
Por otra parte detrás miá no había
mucho más, exceptuando el pequeño agujero de la pared que daba a la
calle, con un trozo de cal marcó en la pared los días que llevo
aquí encerrado, por una rendija colocada en el centro de la puerta
me pasan una bandeja con distintas comidas tres veces al día, en una
esquina guardo un pequeño alijo formado por frutas y postres por si
el flujo de comida se corta. Un alógeno es la única fuente de luz
artificial, una pequeña cama individual, no muy cómoda y en la
pared un caballete con un conjunto de lienzos en blanco de diferentes
tamaños, pinturas y pinceles con unas notas de distintas
instrucciones para realizar en los lienzos, aun no he empezado
ninguno y se me acumula mucho el trabajo forzado.
Los días pasan y sin nada que hacer
empiezo a completar los distintos trabajos, mas que nada porque ella
comida comienza a escasear, las peticiones son de lo mas extrañas,
desde un jarrón con flores hasta un castillo victoriano de comienzos
de siglo.
Las obras terminadas tengo que
colocarlas en la rendija de la puerta, intento no mirar a la
habitación con el material quirúrgico, siempre tengo pesadillas
sobre las atrocidades que esta gente realiza allí o las caras de las
posibles victimas que terminan allí sus días.
En medio de la noche me despierta un
grito proveniente de la puerta de hierro, no quería pero me asome
para ver que pasaba, dos hombres arrastraban y ataban a la camilla a
un tercero, un señor anciano, debía tener mas de 80 años, bien
vestido, pero con aspecto enfermo y cansado, detrás de ellos entraba
una mujer joven, de 28 años como mucho que llevaba un vestido negro,
unas gafas, su pelo era castaño intenso recogido con una coleta, con
un pequeño cuaderno tomando notas de todo lo que pasaba y un cuarto
hombre vestido de científico era mayor a la mujer que lo acompañaba
pero tampoco mucho alrededor de 30 de pelo rubio con las puntas
azules, una vez atado y asegurado el hombre a la camilla los dos
hombres que lo arrastraron salieron de allí cerrando la puerta tras
de sí, ninguno se percato de mi, me acerque mas a la puerta para
poder escuchar la conversación, justo a tiempo para no perderme
nada.
-Señorita Clark, no se olvide de
tomar nota de todo lo que hagamos, por si fallamos- dijo el
científico.
-No se preocupe señor, estoy a ello
como siempre, ¿Qué prueba realizará con el sujeto numero 20?
-Este buen hombre sera el cuerpo
idóneo par introducir el nuevo proyecto “alfa-512”, el virus mas
potente y letal creado jamar por el hombre, si funciona vivirá y
sera puesto en libertad en la ciudad de Berlín para que el virus
pueda ser transmitido a nuestros enemigos, sino, bueno no durará
mucho y sera incinerado con los anteriores 18.
-18,¿Señor pensé que este era el
sujeto numero 20?
-Y lo es señorita Clark, mucho antes
de entrar usted aquí mi primer experimento la sujeto 1, fue la única
que vivió y ahora es libre, antes de dedicarme a las enfermedades y
los virus, quería acabar con la condición humana del deterioro y
cree un virus capaz de ralentizar y casi paralizar el proceso de
envejecimiento y oxidación del cuerpo, fue mi obra maestra, pero no
se como la mujer consiguió escapar y ahora es libre 10 años
después, pero bueno pongamos manos a la obra hay mucho trabajo.
Señor Perry esto sera rápido, para mi.
El científico loco cogió una
inyección que contenía en su interior un liquido anaranjado y se la
puso en el cuello al pobre hombre que casi al instante comenzó a
agitarse salvaje y violentamente, la mujer apuntaba cada acto en su
cuaderno mientras el hombre esperaba tranquilamente, ambos tras un
cristal de seguridad, Perry empezó a sangrar por los orificios de la
cara hasta que finalmente se quedo quieto inmóvil, muerto. Aparte la
vista de forma instintiva al tiempo que le hombre le daba ordenes a
su secretaria de que ordenara a los dos de fuera llevar el cuerpo a
la incineradora y enterar los restos en el jardín.
Yo me metí en cama e intente quedarme
dormido sin mucho éxito, ya que, cada vez que cerraba los ojos veía
la cara de ese pobre anciano, que no dejaba de sonarme familiar,
llena de sangre su agonía final y como con total frialdad la pareja
de locos se quedaba mirando sin hacer nada, fue una noche muy larga.
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