jueves, 22 de marzo de 2018

Una nueva historia sin titulo todavía espero que os guste.


En ese momento, todo estaba perdido, no había posibilidad alguna de escapar, la puerta se había cerrado y lo único que se podía ver tras ella era una sala con una camilla ensangrentada, con distintos instrumentos quirúrgicos que asemejaban más a elementos de tortura medieval que a material medico, una bombilla colgando del techo balanceándose adelante y atrás, las paredes de ladrillo de hormigón gris sin revestir.
Por otra parte detrás miá no había mucho más, exceptuando el pequeño agujero de la pared que daba a la calle, con un trozo de cal marcó en la pared los días que llevo aquí encerrado, por una rendija colocada en el centro de la puerta me pasan una bandeja con distintas comidas tres veces al día, en una esquina guardo un pequeño alijo formado por frutas y postres por si el flujo de comida se corta. Un alógeno es la única fuente de luz artificial, una pequeña cama individual, no muy cómoda y en la pared un caballete con un conjunto de lienzos en blanco de diferentes tamaños, pinturas y pinceles con unas notas de distintas instrucciones para realizar en los lienzos, aun no he empezado ninguno y se me acumula mucho el trabajo forzado.
Los días pasan y sin nada que hacer empiezo a completar los distintos trabajos, mas que nada porque ella comida comienza a escasear, las peticiones son de lo mas extrañas, desde un jarrón con flores hasta un castillo victoriano de comienzos de siglo.
Las obras terminadas tengo que colocarlas en la rendija de la puerta, intento no mirar a la habitación con el material quirúrgico, siempre tengo pesadillas sobre las atrocidades que esta gente realiza allí o las caras de las posibles victimas que terminan allí sus días.
En medio de la noche me despierta un grito proveniente de la puerta de hierro, no quería pero me asome para ver que pasaba, dos hombres arrastraban y ataban a la camilla a un tercero, un señor anciano, debía tener mas de 80 años, bien vestido, pero con aspecto enfermo y cansado, detrás de ellos entraba una mujer joven, de 28 años como mucho que llevaba un vestido negro, unas gafas, su pelo era castaño intenso recogido con una coleta, con un pequeño cuaderno tomando notas de todo lo que pasaba y un cuarto hombre vestido de científico era mayor a la mujer que lo acompañaba pero tampoco mucho alrededor de 30 de pelo rubio con las puntas azules, una vez atado y asegurado el hombre a la camilla los dos hombres que lo arrastraron salieron de allí cerrando la puerta tras de sí, ninguno se percato de mi, me acerque mas a la puerta para poder escuchar la conversación, justo a tiempo para no perderme nada.
-Señorita Clark, no se olvide de tomar nota de todo lo que hagamos, por si fallamos- dijo el científico.
-No se preocupe señor, estoy a ello como siempre, ¿Qué prueba realizará con el sujeto numero 20?
-Este buen hombre sera el cuerpo idóneo par introducir el nuevo proyecto “alfa-512”, el virus mas potente y letal creado jamar por el hombre, si funciona vivirá y sera puesto en libertad en la ciudad de Berlín para que el virus pueda ser transmitido a nuestros enemigos, sino, bueno no durará mucho y sera incinerado con los anteriores 18.
-18,¿Señor pensé que este era el sujeto numero 20?
-Y lo es señorita Clark, mucho antes de entrar usted aquí mi primer experimento la sujeto 1, fue la única que vivió y ahora es libre, antes de dedicarme a las enfermedades y los virus, quería acabar con la condición humana del deterioro y cree un virus capaz de ralentizar y casi paralizar el proceso de envejecimiento y oxidación del cuerpo, fue mi obra maestra, pero no se como la mujer consiguió escapar y ahora es libre 10 años después, pero bueno pongamos manos a la obra hay mucho trabajo. Señor Perry esto sera rápido, para mi.
El científico loco cogió una inyección que contenía en su interior un liquido anaranjado y se la puso en el cuello al pobre hombre que casi al instante comenzó a agitarse salvaje y violentamente, la mujer apuntaba cada acto en su cuaderno mientras el hombre esperaba tranquilamente, ambos tras un cristal de seguridad, Perry empezó a sangrar por los orificios de la cara hasta que finalmente se quedo quieto inmóvil, muerto. Aparte la vista de forma instintiva al tiempo que le hombre le daba ordenes a su secretaria de que ordenara a los dos de fuera llevar el cuerpo a la incineradora y enterar los restos en el jardín.
Yo me metí en cama e intente quedarme dormido sin mucho éxito, ya que, cada vez que cerraba los ojos veía la cara de ese pobre anciano, que no dejaba de sonarme familiar, llena de sangre su agonía final y como con total frialdad la pareja de locos se quedaba mirando sin hacer nada, fue una noche muy larga.

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